Junto a las grandes políticas internacionales para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero se están desarrollando numerosas acciones locales e individuales. La idea es que cada ciudadano puede tener con sus pequeñas decisiones, en relación con los modos de producción y consumo, una destacada influencia en el balance final de las emisiones y sobre las políticas y comportamientos de gobiernos y empresas.
En muchos países europeos y en EEUU ya tienen asentada la costumbre entre la población de medir el CO2 implicado en cada una de las acciones individuales de la vida cotidiana conocido como huella de carbono (carbon footprint, en inglés).
El auge del concepto de 'huella de carbono' ha llevado a numerosas páginas Web a ofrecer una sencilla calculadora que permite a cada individuo, empresas u organizaciones medir el tamaño de su huella, es decir, la cantidad de CO2 que emiten sus actividades diarias.
Algunas empresas empiezan ya a sumarse a la tendencia y a cubrir esta nueva demanda social informando de la huella de carbono de sus productos. Importantes cadenas de supermercados del Reino Unido, se han planteado incluir la huella del carbono en la información suministrada a los consumidores en los alimentos. La huella de carbono, adaptada a los productos expuestos en los supermercados reflejaría las emisiones de CO2 generadas en la fabricación, envasado y empaquetado así como en el transporte hasta el supermercado.
Con iniciativas como esta se pretende que los propios consumidores decidan qué productos comprar en base a las emisiones de CO2 generada como resultado de los procesos por los que han pasado. Un producto con una mayor proporción de envases tendrá una huella de carbono más elevada, también los que provengan de países lejanos, si no utilizan medios alternativos a los combustibles de origen fósil, supondrán una huella de carbono más elevada porque es necesaria mayor cantidad de recursos energéticos consumidos en el transporte para llegar hasta el consumidor.
En relación con la huella de carbono de los alimentos es evidente que ésta será más elevada si se ha gastado mucha energía de origen fósil en su producción y manipulación y sobre todo si son transportadas desde larga distancia en modos de
transporte poco sostenibles en el momento actual, como la carretera, pero debe tenerse en cuenta también el importante papel que como sumideros desempeñan los cultivos agrícolas en sus lugares de origen. La fijación fotosintética de CO2 menos las emisiones necesarias para su producción (laboreo, riego, manipulación y transporte) determinaran el balance que en muchos casos será positivo. En el caso de productos agrícolas es más adecuado hablar de balance de carbono que de huella de carbono.
Las opciones metodológicas son las iniciadas por The Greenhouse Gas Protocol (http://www.ghgprotocol.org) a la que siguió
De enorme interés también como opción metodológica y como fuente de factores de conversión que permiten traducir el CO2 equivalente la mayor parte de las materias primas y aspectos productivos que generan emisiones están
Hay muchas iniciativas, quizás la más destacada por su carácter obligatorio es la recogida en la reciente Loi Grenelle (http://www.legrenelle-environnement.fr/spip.php?rubrique195) de Francia. En nuestro País, con independencia de la creada por el gobierno de
desarrollada por
0 comentarios:
Publicar un comentario