Arquitectura baja en carbono. Arquitectura ecoeficiente.

En edificación la mayoría de los sistemas y estrategias constructivas utilizadas tienen un alto coste ambiental. Sin embargo, existe todo un conjunto de soluciones y estrategias, hasta ahora poco utilizadas, que podemos considerar ecoeficientes, ya que además de ser más ventajosas ambientalmente son más competitivas desde el punto de vista económico, tanto para la fase de construcción como durante el funcionamiento de los edificios.
El sector residencial constituye una importante fuente de emisiones de gases de efecto invernadero y especialmente a lo largo de la vida útil de los edificios (en total tres veces más que en la fase de construcción).
Se manejan como datos razonables unas emisiones próximas a los 500 kg de CO2 por m2 construido asociadas a la fabricación de los materiales necesarios para su construcción y, entre 20 y 40 kg de CO2 año por m2 asociados al mantenimiento del edificio (calefacción, climatización, iluminación , aparatos eléctricos y cocina). Las emisiones asociadas al uso, a lo largo de la vida útil del edificio, dependen, entre otros, de la edad y tipo de edificio y de su adecuación bioclimática.
Es difícil determinar con precisión cual es la contribución a las emisiones totales de CO2de nuestro país del sector de la edificación, porque los inventarios nacionales de gases de efecto invernadero no desagregan al nivel del uso residencial. Por otra parte, la vivienda es responsable de emisiones directas por consumo de combustibles fósiles (principalmente por calefacción) y, sobre todo, indirectas como consecuencia del consumo de electricidad, cuyas emisiones se generan y por tanto estarán contabilizadas en las centrales de producción de energía eléctrica.
Partiendo de la información generada por el IDAE y el último Inventario Nacional de gases de efecto invernadero publicado, el referido al año 2008, el Club de Excelencia en Sostenibilidad (Estudio para impulsar proyectos domésticos de reducción de emisiones de CO2 en España. Diciembre de 2010) estima las emisiones debidas al sector residencial para el año 2008 en 49,7 millones de toneladas de CO2. De éstas corresponden: 18,6 a calefacción; 13,2 a agua caliente sanitaria; 3,4 a energía necesaria en la cocina; 3 a iluminación; 0,6 a aire acondicionado y 10,8 a electrodomésticos. A su vez del total de 49,7 millones de toneladas, las emisiones directas por uso de combustibles fósiles serían unos 25 millones de toneladas y las emitidas en las centrales generadoras de energía eléctrica por el consumo eléctrico de las viviendas, 24,6.
En nuestro País la Ley 1/2005, de 9 de marzo, por la que se regula el régimen del comercio de derechos de emisión de gases de efecto invernadero, obliga solo a algunos sectores de actividad como el de producción eléctrica, cemento, cerámica vidrio, y en cuanto al transporte, solo a la aviación. El resto de sectores no están obligados a participar en el régimen del comercio de derechos de emisión y son conocidos como sectores difusos. Dentro de los llamados sectores difusos, el sector residencial es tras el transporte por carretera el segundo gran responsable de las emisiones de gases de efecto invernadero.
La edificación deber ser vista, además, como un sector que va a resultar fuertemente presionado por las políticas de lucha contra el cambio climático y, en consecuencia, debe de ir internalizando las estrategias que le permitan ser lo más ecoeficiente posible.
La Unión Europea, mediante su Decisión nº 406/2009/CE, del Parlamento Europeo, y del Consejo, de 23 de abril de 2009, sobre el esfuerzo de los Estados miembros para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero a fin de cumplir los compromisos adquiridos por la Comunidad hasta 2020 (DOUE nº L 140 de 5-6-09), ha impuesto como objetivo para el año 2020 reducir el 10% de las emisiones de los sectores difusos con respecto al año 2005, entre los que se encuentra el sector de la edificación. Esta reducción aplicada a nuestro país supone 26 millones de toneladas de CO2.
Tarde o temprano estos compromisos se traducirán en obligaciones legales como ya se empezaron a reflejar en el nuevo Código Técnico de la Edificación. En cualquier caso, la edificación ha de adaptarse cuanto antes a las nuevas pautas de comportamiento de lo que se ha venido a llamar economía baja en carbono.
Por otra parte, el stock edificado, especialmente el construido entre los años 50 y 70 como consecuencia de la migración del campo a la ciudad, es mucho menos eficiente que las viviendas actuales (se estima que supone el doble de emisiones para conseguir los mismos objetivos de habitabilidad). En el sector residencial en su conjunto la carga de CO2 es muy importante, pero más aún en estas viviendas de baja calidad. De hecho, esta es una de las medidas contra la crisis económica que se están trabajando desde hace dos años en numerosos foros (Congreso Nacional de Medio Ambiente, La Sustainable Building Conference, SB10mad y el Congreso Internacional Ciudad y Arquitectura CIBARQ 10 centrado en la reducción del consumo de energía y emisiones de CO2, entre otros) y se plasma en numerosas iniciativas legislativas: Plan Estatal de Vivienda y Rehabilitación 2009-2012 que entró en vigor en diciembre de 2008 y Proyecto de Ley de Economía Sostenible).
Disponiendo de buenas prácticas y experiencias de éxito se facilitaría la introducción de criterios ambientales en los proyectos. Si podemos identificar aquellos ejemplos que, además de tener nulas o reducidas emisiones de CO2, son favorables desde el punto de vista económico, estaremos creando las bases para generar un legado edificado más sostenible.
Para difundir las ventajas competitivas de esta nueva concepción de la arquitectura (tanto para los nuevos edificios como para la regeneración de los existentes), es imprescindible que se cuantifiquen la reducción en las emisiones de CO2 y el ahorro económico y, por tanto, el interés que presenta para todos los agentes implicados en la edificación, promotores, técnicos, constructores, usuarios etc.
Este es un objetivo perseguido por numerosas instituciones y que ocupa espacios en las más importantes revistas y Web del sector y ha sido objeto de numerosos foros nacionales e internacionales. Como ejemplo en esta dirección quiero comentar el trabajo realizado por el equipo de arquitectura BLANCAFORT-REUS para el departamento de cambio climático de la Comunidad Autónoma de Murcia y que puede ser consultado en http://www.ecorresponsabilidad.es/sala.htm
En este trabajo se pueden encontrar ejemplos de ecoeficiencia sin necesidad de inversiones adicionales, simplemente teniéndolo en cuenta en la concepción del proyecto, como, por ejemplo, la orientación del edificio. En este caso, se comparan edificios con ventanas de la sala y habitación principal orientadas al sur con edificios con una orientación norte suponiendo un ahorro energético equivalente a 348,3 €/año y evitando unas emisiones de 1.178 kg de CO2/año (equivalente a las emisiones de CO2 que genera un vehículo de tamaño medio que fuera utilizado para desplazarse al trabajo a 10 km de distancia durante un año).
Otro ejemplo que se puede encontrar en este trabajo es el de utilización de galerías acristaladas orientas al sur. En este caso el ahorro anual es de 463 €/año y en las emisiones de CO2 de 1.566 kg.
Esto son solo dos ejemplos que muestran que una buena orientación del edificio permite un buen ahorro energético y económico importante. Todo esto no es nuevo, es bien conocido por los profesionales y ha sido objeto de la arquitectura bioclimática durante décadas.
La recuperación de estas y otras tantas ideas de la arquitectura bioclimática permitirían, por un lado colaborar en la mitigación del cambio climático reduciendo emisiones, y por otro adaptar mejor la edificación y las ciudades resultantes a los previsibles impactos como consecuencia del incremento de la temperatura.
Quiero terminar recordando que muchas prácticas que hoy son ecoeficientes durante tiempo no lo han sido por razones económicas. Por ejemplo, el derribo de un edificio mezclando todos los residuos sin aprovechar los recursos (madera, metales, áridos, etc.) y su eliminación en vertedero, era más ventajoso económicamente que el proceso de deconstrucción, en el que ordenadamente se recupera la madera, los metales y en definitiva todos los materiales aprovechables, ya que se requería más mano de obra y la venta de estos recursos no suponía ingresos sobresalientes. Con la penalización de la llegada de residuos mezclados y potencialmente reutilizables a los vertederos, junto con el encarecimiento de los costes de los materiales, hoy la deconstrucción es más rentable y ha pasado a ser ecoeficiente.

El año 2011 nace con un incremento en el precio de la energía eléctrica de un 10% y la tendencia, tanto para la energía eléctrica como para el conjunto de combustibles fósiles, es que sigan incrementando su precio, lo que convertirá en ecoeficientes muchas de las medidas que nos ayudarán a alcanzar una arquitectura y un urbanismo bajo en carbono.

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